La tragedia Palestina debe resolverla el mundo entero
Manuel Salgado Tamayo
Profesor de la Universidad Central del Ecuador
Los medios de comunicación del mundo anuncian, con alivio, una tregua prolongada a la guerra de agresión israelí contra el pueblo Palestino en la Franja de Gaza, que se inició hace 50 días y que deja 2.143 palestinos muertos, 11.000 heridos, 475.000 desplazados, 55.000 casas destruidas, según el reporte provisional de las Naciones Unidas. Sólo en los últimos 7 años Gaza ha sufrido tres guerras de agresión, en las que puede decirse que no existe un adversario equiparable en fuerzas, por lo que en realidad tendríamos que hablar de una invasión criminal que se apoya en la impunidad que prevalece en el actual orden mundial.
¿Cuándo y cómo se dio inicio a esta prolongada tragedia? Es lo que pretendo explicar en las siguientes notas.
Palestina es una región del Oriente Medio situada entre el desierto de Siria, Líbano y el Mediterráneo. Comprendía en la antigüedad los territorios de Judea, Galilea, Samaria, Moab y Ammon y fue dividida en los tiempos de los hebreos en los reinos de Judá e Israel.[1]
Desde los albores de la humanidad estos territorios estuvieron habitados por pueblos semitas, entre los que se menciona a los amorreos, los cananeos y los arameos. Entre los siglo XIV y XIII a.n.e. tribus hebreas, originarias de la Caldea Meridional, penetraron en Egipto y luego, a través del Sinaí en el territorio de Palestina, al este del río Jordán. Alrededor del año 1.020 a.n.e. Saúl fundó el reino hebreo. David y Salomón fueron sus sucesores. Durante el reinado de éste último se produjo la división del reino entre el norte, Israel, y el sur, Judea. A partir de entonces Palestina fue víctima de múltiples invasiones. En el 722 a.n.e. los asirios conquistaron el norte. En el 586 a.n.e. los Babilonios, comandados por Nabucodonosor, se tomaron Judea y se llevaron a buen número de sus habitantes al cautiverio en Babilonia. En el 538 fueron invadidos por los persas. En el 331 a.n.e. llegaron los griegos dirigidos por Alejandro Magno. Hacia el 64 a.n.e. se impuso el dominio Romano que dio inicio a la diáspora de los judíos por el mundo, seguida por la hegemonía de Bizancio hacia el 324 d.n.e. En el 636 d.n.e. se produce la expansión islámica que incluye a los territorios palestinos. En el año 1099 los Cruzados ocupan Jerusalem y fundan su Reino cristiano en una parte de Palestina, hasta que Saladino al Ayubi derrota a la invasores europeos y los expulsa. En 1516 el Sultán Turco Selim I impone el dominio del Imperio Turco Otamano que se prolongará hasta la Primera Guerra Mundial.[2]
Durante todo este largo proceso histórico, de casi 2.000 años, Palestina fue habitada por pueblos semitas, mayoritariamente musulmanes, pero también cristianos y judíos.
Pero hay que decir también, en honor a la verdad histórica, que durante 2.000 años, el pueblo judío, disperso en muchos países del mundo, siguió incluyendo – en sus oraciones en las sinagogas – su deseo por la felicidad de Palestina, por la Tierra Santa y por el retorno a la presencia de Dios. Durante los siglos de persecución, tormento, expulsión y muerte el sueño del retorno a la Patria judía fue un rayo de esperanza.[3] Sobre esa base religiosa, como veremos más adelante, en el siglo XIX se gestó el movimiento nacionalista que impulsó la creación del Estado Judío de Israel.
La responsabilidad británica.
Al finalizar la primera Guerra Mundial (1914 – 1918) la recién creada Sociedad de Naciones decidió colocar a Palestina bajo el Mandato Británico. Durante ese Mandato un movimiento político nacionalista, surgido en el siglo XIX, el Sionismo, decidió intensificar sus gestiones para lograr un pronunciamiento inglés favorable al establecimiento de un “Hogar Nacional Judío” en Palestina. El intenso lobby obtuvo su resultado y el 2 de noviembre del 2017, el Canciller Británico, Sir Arthur Balfour, emitió una declaración en la que decía:
“El Gobierno de Su Majestad ve con beneplácito el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y hará cuando esté en su poder para facilitar el logro de ese objetivo, quedando claramente entendido que no se tomará ninguna medida que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías de Palestina, o los derechos y la condición política de que gocen los judíos en cualquier otro país”.[4]
La declaración generó tensiones y conflictos no sólo entre árabes y judíos, sino también en los países en que existían fuertes sentimientos antisemitas. Pero Theodor Herzl, fundador del Movimiento Sionista, estaba convencido de que la única respuesta al antisemitismo, y los pogroms en Europa Oriental, era lograr que las potencias les confieran “la soberanía sobre una porción del planeta lo suficientemente amplia como para satisfacer las necesidades legítimas de una nación, y nosotros nos encargaremos del resto”[5] En sus gestiones ante Gran Bretaña, Alemania, Bélgica, Italia, el propio Herzl sugirió lugares tan distantes como Argentina, Africa Oriental y el Congo, aunque su verdadero objetivo había sido desde el comienzo lograr que el territorio Palestino, sobre el que había vivido ese pueblo hace dos mil años, fuera entregado al sionismo judío.
La Declaración de Balfour fue un espaldarazo al sionismo pero creo un problema de enorme magnitud si tomamos en cuenta que en 1917 en la Palestina histórica los árabes representaban el 90 % de la población y ocupaban el 97 % de la tierra. Esto pese a las campañas y al financiamiento de flujos migratorios que habían impulsado los sionistas con el apoyo de las poderosas colonias judías en Europa y Norteamérica. El pueblo Palestino manifestó de modo permanente su repudió a la Declaración de Balfour que significaba una negación de su derecho a la autodeterminación nacional, principio adoptado por la Sociedad de Naciones para impulsar la emancipación de los territorios coloniales.
La migración judía a Palestina se vio acelerada con el ascenso al poder de los nazis en Alemania y de los fascistas en Italia, que dieron paso a la brutal persecución nazi a los judíos que determinó que, entre 1932 y 1938, 200.000 judíos se dirigieran a vivir en Palestina. Mientras la comunidad mundial presenciaba la persecución a los judíos, un drama simultáneo se vivía en Palestina con la resistencia Palestina al Mandato Británico y a la colonización extranjera que se expresó en una rebelión permanente.
Frente a la justa resistencia Palestina que defendía su Patria histórica, el sionismo judío desarrolló un Estado no territorial, dotado de sus propios órganos legislativos y ejecutivos, de una fuerza armada ilegal, la “Haganah”, dotada de control central y mandos territoriales, con una fuerza estática de 40.000 soldados y un ejército de campaña de 16.000 efectivos policiales y una fuerza operativa de 6.000 efectivos con una gran capacidad de movilidad y transporte que utilizaron todas las formas de terrorismo y violencia para consolidar zonas de dominio.
Cuando se cumplía un cuarto de siglo del Mandato Británico, Palestina había modificado su cuadro demográfico de modo explosivo: de 750.000 habitantes registrados en 1922, se constató en un censo que la población en 1946 era de 1.850.000 habitantes, es decir, un incremento del 250 %. La población judía se había incrementado de 56.000 en 1918 a 608.000 en 1946, un crecimiento del 725 %. El historiador británico Arnold Toynbee reconoció que está migración judía no hubiera sido posible sin la protección británica, agregando:
“Si Palestina hubiera permanecido bajo el régimen turco otomano, o si se hubiera convertido en un Estado árabe independiente en 1918, nunca se habría admitido a Palestina a los inmigrantes judíos en números suficientemente grandes para que pudiesen dominar a los árabes palestinos en el propio país del pueblo árabe. La razón de que hoy exista el Estado de Israel y que un 1.500.000 árabes palestinos sean refugiados es que, durante 30 años, el poder militar británico obligó a los árabes palestinos a aceptar la inmigración judía hasta que los inmigrantes fueran lo suficientemente numerosos y se hallaran lo suficientemente bien armados para poder defenderse por sus mismos tanques y aviones propios.” Concluyendo: “La tragedia de Palestina no es solamente una tragedia local; es una tragedia para el mundo entero, porque es una injusticia que constituye una amenaza a la paz mundial”.[6]
Los británicos se dieron cuenta de que habían creado un infierno cuando en 1947 se declararon incompetentes para solucionar el problema y lo pusieron en manos de la recién creada Organización de las Naciones Unidas.
El proyecto de partición de Palestina de la ONU.
Después del arduo trabajo realizado por la Comisión Ad Hoc de la ONU, encargada de estudiar la cuestión Palestina, el 25 de noviembre de 1947, se procedió a votar las recomendaciones formuladas por la mayoría de la Comisión. El resultado de la votación fue 25 votos a favor, 13 en contra y 17 abstenciones. Se aprobó entonces la partición de Palestina que debía quedar constituida por un Estado árabe independiente, un Estado judío independiente y la Ciudad de Jerusalem bajo un régimen internacional.
Esta resolución de la ONU aceleró el conflicto y la violencia. El Alto Comité Árabe Palestino hizo un llamamiento a la Huelga General. Los británicos anunciaron que daban término al mandato. El estudio de la documentación israelí demuestra que el sionismo planificó entonces apoderarse de cuanto territorio les fuera posible: Jesusalem, Jaffa, la llanura de Lydda-Ramleh y el Triángulo. En Abril de 1948 el sionismo diseñó una operación terrorista para tomarse el pacífico poblado de Deir Yassin, cerca de Jesusalem, Menahem Begin uno de los asesinos, recuerda con frío cinismo que fue un acto deliberado de terrorismo, que las mujeres y los niños palestinos no tuvieron tiempo suficiente para huir y que “Todas las fuerzas judías avanzaron por Haifa como un cuchillo por la mantequilla”[7]
Un Estado hijo del despojo y el terrorismo: Israel
Israel proclamó su “Independencia” el 14 de mayo de 1948. La creación del Estado de Israel fue un acto de consumación del despojo territorial y de la expulsión de su Patria a los Palestinos. El hecho violó de manera tan grave la Carta de las Naciones Unidas que dio inició a un conflicto que ha causado cuatro guerras entre árabes e israelitas, así como una cadena de acciones terroristas que parecen destinadas, en la concepción del sionismo, a borrar del mapa al pueblo Palestino, como lo acabamos de ver en la acción genocida desarrollada en la Franja de Gaza.
Un Estado ético: Palestina.
La mayoría de los Palestinos ( 97 % ) son musulmanes de la rama sunita, los demás son cristianos, judíos y de otros credos. Entre los palestinos hay varios partidos políticos, casi todos pertenecientes a la Organización para la Liberación de Palestina. La OLP sufrió un desgaste por en sus largos años de dirección política y por apostar al proceso de paz que no ha tenido resultados. En tales condiciones, en la Intifada de 1987, surgió un Movimiento Islámico, Hamas, que defiende la creación de un Estado Islámico. Las discrepancias entre Fatah y Hamas han debilitado la lucha del pueblo palestino en los últimos años.
El 15 de noviembre de 1988, Yasser Arafat proclamó la Independencia de Palestina, que fue reconocida por las Naciones Unidas el 30 de noviembre del 2012, con el voto favorable de 130 Estados Nacionales. Su capital de iure es Jerusalem Este, su ciudad más poblada Gaza, con 4 millones y medio de habitantes, otro número importante de habitantes viven en Cisjordania. La Franja de Gaza y Cisjordania se consideran territorios autónomos que están bajo la Autoridad Nacional Palestina. Por ironía de la historia el terrorismo de Estado del sionismo judío contra los palestinos ha dado lugar a una diáspora palestina que se extiende por todos los Estados vecinos.
Tras varios años de desacuerdos entre Fatah y Hamas, el 2 de junio del 2014 se logró la integración de un Gobierno de Unidad Nacional presidido por Mahmud Abbas y 17 ministros en representación de las dos organizaciones.
El Estado de Palestina carece de independencia de facto. Su extensión geográfica designa una aspiración al dominio de los territorios que tenía Palestina antes de la Guerra de los seis días de 1967, que le fueron reconocidos en la Resolución 242 de la ONU. Palestina es entonces un Estado ético, que se sostiene sobre la mayoritaria conciencia de los pueblos del mundo de que a los palestinos les asiste la razón y la justicia, aunque, por el poder que aún tienen en el escenario internacional los Estados Unidos de América y la Unión Europea, tienen que perseverar en una larga y trágica disputa con la enorme fuerza militar del sionismo israelí que persiste en su macabro proyecto de negar el derecho a la existencia de los palestinos.
Quito, 27 de agosto del 2014.
[1] Gran Enciclopedia Laurousse, Tomo VIII, Barcelona, Editorial Planeta, p. 58
[2] Prensa Latina, Los países no alineados, Agencia de prensa Orbis, Praga, 1982, p. 609.
[3] UNESCO, Historia de la Humanidad, Tomo XII, Barcelona, Editorial Planeta, 2da edición 1982, p. 46.
[4] Naciones Unidas, Orígenes y evolución del Problema Palestino, Nueva York, 1978, p. 6.
[5] Theodor Herzl, The Complete Diaries of Theodor Herzl, 1960, Herzl Press, p. 343.
[6] Naciones Unidas, Orígenes y Evolución del problema Palestino, Primera Parte, Nueva York, 1978, p. 73.
[7] Menachen Begin, The Revolt, 1972, Los Angeles, Nash, p.p. 164.165.